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Durero, Apocalipsis, San Juan se devora el Libro. |
“¿No estás haciendo nada?” es la pregunta que reciben muchos lectores de parte de los no lectores. Interrumpir es lo siguiente, ya que asumen que eso, leer, puede ser suspendido en cualquier momento, sin más consecuencias. Abandonar el tren de pensamiento, la concentración, y el placer que la lectura provoca, para los no lectores es un asunto menor, porque no és una actividad visible o útil. En una sociedad que dedica el tiempo para “hacer cosas”, el tiempo de la lectura es un desperdicio. “No paro, de verdad que no tengo tiempo”, es la excusa del no lector. “¿A qué hora quieres que lea?”, pues a la misma hora que lees decenas de chats en tu teléfono. Los benevolentes propagandistas de las ventajas de nuestra época dicen con arrogante ignorancia “nunca se había leído tanto, es la época en que la gente más lee”, refiriéndose a sus teléfonos. Esa afirmación es absurda, porque eso no es leer, es entretenimiento, ociosidad, pasar el tiempo y sentirse dentro de algo, de un chisme, de una información, de lo que sea, pero no és lectura. La gran diferencia es que esas lecturas carecen de aliento, son instantáneas, se consumen y desechan como la comida basura. La lectura exige y posee un espacio de silencio en el que únicamente caben el lector y su libro, el misterio de dialogar con esas páginas y sus ideas.
Las campañas de lectura por eso son un fracaso, porque dicen “lee un libro”, y continúan con falsas promesas “conoce mundos distintos, se mejor persona, amplia tus horizontes”. Falso. Leer puede ser muy doloroso y difícil, abrumador, lanzarnos a más confusiones, y ese diálogo tormentoso es parte del gran vicio de entrar en el pensamiento humano. La sociedad utilitarista, busca ganancias hasta de las actividades más elementales, mide el éxito como sinónimo de riqueza, pretende que leamos para “progresar”. La lectura no es una consagración sobrenatural, nunca he leído para ser mejor, leo por vicio, porque puedo hablar con los autores, porque para mí están vivos Proust, Thomas Mann, T S Eliot y Lucrecio, escuchan mis preguntas, y me responden como oráculos de mi presente.
Nunca he leído “de todo” jamás dedicaré mi tiempo, ni daré espacio en mi memoria a la basura de un libro por famoso que sea, ni hago caso de la publicidad y los premios, de la moda y las causas sociales o políticas. Es estúpido leer una narco novela o una novela de “género” si puedo leer algo que me lleve más lejos de la inmediatez y la efímera convocatoria de la mesa de novedades.
Los que crean que es lectura estar con sus chats, con los chismes del momento y replicando zafiedades en twitter y en grupos de chats, esos se merecen la vida que tienen. Propongo una versión nueva de campaña de lectura “No leas autores clásicos, no leas libros complicados, se feliz en tu mediocridad”. La felicidad está en el teléfono. La tormenta, la duda, el hambre, está en los libros, en esos que rompen el tiempo, que superan las modas, y sobreviven a las hogueras y la ignorancia. Lo demás cabe en un chat.