La fama es tan egoísta y deseada que no tenerla obliga a parasitarla. La expectativa por la exposición retrospectiva de la cantante Björk en el MoMA de Nueva York prácticamente nulificó a la aburrida y fría feria del Armory Show. Era tal el ansia por ver qué habían diseñado los supuestamente modernísimos curadores del museo que la desilusión implantó un ambiente bipolar: de la urgencia al fastidio. Mientras en el Armory Show el stand más exitoso fue el Bakery Café donde los críticos se amontonaban y se rellenaban de recién horneados croissants de chocolate ensuciando sus abrigos arrugados y sus bufandas de bolitas; en el MoMA la perfecta y extravagante elegancia bisexual talla ultra small parecía un requisito para entrar a la exposición.
El recorrido: primero nos metieron en un cuarto con dos pantallas panorámicas a ver el más reciente videoclip de Björk del álbum Valnicura (del latín vulnus herida y cura curación) titulado Black Lake y dirigido por Andrew Thomas Huang. Se supone que estamos ante a una cantante vanguardista que su trabajo merece un museo que exhibe lo más actual, y el clip es otra vez la agotada convención de que alguien canta en medio de lugares absurdos, en este caso un paisaje volcánico, rocoso y húmedo, y que la repetición incesante de tomas es lenguaje artístico. Björk tiene la expresión corporal de una paciente de terapia de las constelaciones en plena regresión infantil y en el video se ve pasada de peso para un vestuario estilo cavernícola-ecológico color alga marina. Para entrar a la siguiente área había que reservar los boletos, una precaución excesiva, porque era el segundo día de la exposición y ya se había corrido el rumor del fiasco. Continuamos en un pasillo cubierto de pantallas y una audio-guía susurraba lo que proyectaban: más videoclips. El resto del montaje claustrofóbico, con más pantallas de plasma, algo de parafernalia y vestuarios de shows con cicloramas de fondo, cuadernos de notas con “poemas” o líneas de canciones, parecía el decadente “hall of fame” de Barry Manilow en Las Vegas: un mausoleo sin mantenimiento. En la tienda del museo había una sección con discos y libros con más poemas, canciones y fotos que recordaban a las extintas tiendas de Virgin Records.↧
BJÖRK EN EL MoMA.
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